Auditórium

Todos vamos a bordo del Titanic venezolano

"Recuerda, aman el dinero, finge tener una mina y entrarás en el club. El dinero crea sus propias clases sociales, dentro de las cuales no puedes acceder si no dispones de cierta cantidad de él". Anónimo.

Venezuela el otrora rico país petrolero de Latinoamérica se sigue pareciendo al celebre naufragio del Titanic. Un país con su población adentro prisionera, en fin un Titanic que suscita dolor. Un Titanic con sus salas de maquinas fundidas (la economía, las empresas publicas, y la infraestructura publica destruida) que es lo que le está sucediendo a un pueblo prisionero y sufriendo calamidades.

El 5 de enero del 2021 con la instalación de la nueva Asamblea Nacional, y la salida de la AN moribunda electa para el periodo 2015-2020, hubo un paso, pero fue un paso entre dos icebergs. Hay analistas políticos militares que dicen que lo único que ha evitado una guerra civil en el país, es que los opositores no están armados. Porque el país está dividido en dos bloques, un país partido 85 a 15, roto, deshecho, pero no hay armas entre los dos contrincantes. Maduro es el que tiene el poder real, y las armas, y el que funge como líder de la oposición es pura muela, agua de colonia, y peo. Los propagadores de la oscuridad, y de la ceguera nunca aportan rayos de luz. La oposición está pegada con saliva de loro, y solo aparenta estar unida, y que por que, es oposición, mas nada los une. Demasiados trozos putrefactos en ese otro trozo de iceberg que es la patria. Venezuela es un país con presos políticos sin formulas de juicio, sin el debido proceso, y el justo derecho a la defensa, y a la presunción de inocencia, hecho insólito en una nación, en pleno siglo XXI. Muchos han muerto en la cárcel, aunque muchos han cumplido mas de la mitad de sus condenas no se han librado todavía del encierro. Siguen presos, algunos en su domicilio. El clamor del gobierno pidiendo la libertad del Jeque de Cabo Verde lo dice todo. El falso dialogo es un remanso falso, un oasis de demasiada poca esperanza, para todo lo que está sucediendo en Venezuela. Demasiados intereses creados. La democracia venezolana está rajada, el Titanic venezolano avanza hacia dos icebergs, no uno, dos icebergs que se odian.

La realidad desde hace tiempo era algo que se creía posible: de unas elecciones de verdad libres y competitivas, ahora todo se asemeja a una pesadilla imposible. Demasiado dinero sucio en Venezuela todavía por repartir entre unos pocos mafiosos cocos secos, donde participa el Gusanno de Fedecamaras, y como sucede también con la idiotez-estupidez del alacrán en Roma, pidiendo la extradición en el parlamento italiano del Lord petrolero rojo rojito venezolano, un traidor, y corrupto, como siempre, hablando en nombre del estado venezolano, a quien la Unión Europea sancionó según informaciones de este lunes 22 de febrero, no sabemos que tipo de sanciones le aplicaron a este choro politiquero, fue a ponerle los ‘ganchos’ al Lord del principado de Mónaco, y de vaina no se los pusieron a él, y como reza el dicho popular: que alguien "fue por lana y volvió (salió) trasquilado" cuando espera obtener un gran beneficio de una determinada situación, y sin embargo obtiene una pérdida, una desilusión o un desengaño, o todo a la vez, este payaso salió en un video trotando diciendo:"¿que me sancionaron cuerda de payaso?" que cínico, payaso y sin escrúpulos es este tipo, lo que no se sabe es si está en Italia o dejó el pelero. El Titanic de la democracia venezolana navega, a pesar de los tísicos intelectuales opositores, hacia las dos Venezuela que se repelen. Donde Nicolás Maduro sigue tocando, como si estuviera en la orquesta del Titanic, con una música de hiperinflación, hambre, miseria, represión, mientras Venezuela, y las nuevas generaciones de venezolanos se ahogan sin futuro. ¿Es posible a estas alturas del juego, una política de reconciliación nacional, cuando millones de venezolanos huyen del país?

No por manida, es la metáfora del Titanic que un siglo después no deja de impresionar. Con esto me dirijo al parlamento venezolano, y culmino con una réplica parlamentaria ‘ad-hoc’ cargada de intensidad: "la miseria es el iceberg, del que sólo hemos visto la parte emergida; y Maduro, el capitán que, como Edward John Smith, no es capaz de evitar el choque, y asiste impotente al hundimiento del barco de su ‘revolución’, empeorando hora a hora las cosas con torpes maniobras contradictorias, sin tan siquiera ser capaz de gestionar adecuadamente el salvamento de los pasajeros".

El problema de Maduro o es que, en este barco que se hunde, lastrado ya por los cientos de féretros que lleva a bordo, ya que no viaja solo el capitán Maduro, con sus cuatro primeros oficiales en el puente de mando y su Gobierno "revolucionario", como dicen sus aduladores, ejerciendo de tripulación. El problema es que en ese barco viajamos los 25 millones de venezolanos que seguimos amenazados por el doble riesgo de perder la salud, la vida, el empleo precario, y los bajos ingresos que aniquilan el poder adquisitivo.

A falta de cualquier mecanismo legal que permita sustituir a este Gobierno por otro, y dando por no escuchadas las consignas vacías, pues no hay reiteración que blanquee una sandez, Maduro está atrapado en un conflicto de suma negatividad. No hay manera de ayudar a la nación en su conjunto sin ayudar a Maduro, mediante la mano tendida de los pactos que requiere. Y, sensu contrario, no hay manera de dejar que Maduro se hunda, como tal vez merezca, sin que Venezuela entera se vaya a pique.

Den por seguro que su determinación a aferrarse al poder le llevaría a honrar la tradición de que el capitán es el último en abandonar el barco. O sea, cuando ya estemos en el fondo del océano, y el costo a pagar en todos los sentidos sea tremendo e inexorable.

A medida que avanzan los meses del año 2021, el país necesita más acuciantemente el oxígeno político de la unidad opositora no tanto para diluir sus culpas e incertidumbres –en esa estupidez de izquierdas y derechas- sino, sobre todo, para poder generar la confianza interior, y exterior que requiere la reconstrucción de Venezuela.

En este barco viajamos los 25 millones de venezolanos que seguimos amenazados por el doble riesgo de perder la salud, y morir en la miseria.

Cómo una ideología tóxica puede propagarse desde un pequeño número de fanáticos narcisistas a una población entera dispuesta a salir de este desastre...

No sólo nos jugamos la eficacia sanitaria ante el coronavirus, y la reconstrucción económica, sino el propio modelo de sociedad que queremos.

En la Venezuela actual los "llamados enchufados" han generado tres ideologías macabras que encuentran en el horror de la pandemia el caldo de cultivo idóneo para su expansión, con el consiguiente lucro de sus promotores políticos. Todos ellos forman parte, por desgracia, del lavado de dólares, como socios en los mal llamados bodegones, y las ventas de gasolinas dolarizadas; la segunda encabeza, para desdicha la venta de pdvsa como chatarra, y la tercera condiciona, y amenaza la infraestructura pública.

Las decisiones estratégicas son clave para la reapertura del país y todas las medidas que afecten a la recuperación económica, desde la famosa renta petrolera.

En todo caso, el dilema de la oposición hoy no es de carácter táctico sino ético. Ya que descrito el episodio del hundimiento del Titanic como si se estuviera contemplándolo desde fuera del marco de la tragedia, vale la pena recordarle el dispar juicio que la posteridad ha reservado para aquel apático capitán Stanley Lord que, a bordo del mucho más cercano SS Californian, desdeñó las llamadas de auxilio del transatlántico, y para aquel abnegado capitán Arthur Rostron que, a bordo del SS Carpathia, batió su propio récord de velocidad, hasta llegar al lugar de la tragedia, y lograr rescatar a más de 700 pasajeros de las aguas heladas que presagiaban una muerte segura.

Es imposible saber si la cantidad de venezolanos que podrían ser salvados del oscuro abismo del hambre, y la pobreza por grandes pactos, entre un gobierno que cambie el rumbo de su navegación, y una oposición honesta que le oriente y controle desde las inmediaciones. Pero se requiere de empatía, autocontrol, moralidad, y la razón. No me cabe ninguna duda de que: "aquí ya hemos perdido demasiado todos" y, antes o después, nos lo demostrará la humildad.



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Edgar Perdomo Arzola

Analista de políticas públicas.

 Percasita11@yahoo.es      @percasita

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