La torta de Chávez y la guinda de Nicolás

"Se mide la inteligencia del individuo por la cantidad de incertidumbres que es capaz de soportar."

Immanuel Kant.

En más de una oportunidad, he referido que, como hombre de esta época, siento orgullo de haber participado como testigo, de esta historia de Venezuela y de venezolanos extraordinarios.

Una época repleta de eventos inimaginables para otros lares del mundo, pero no para nuestro país y nuestra gente, que, con solo, un poco más de quinientos años, desde el encuentro con los europeos, ya en más de una oportunidad hemos asistido, ocupando puestos en la vanguardia, de épocas transformadoras para la humanidad.

Si a estos dígitos totales, le restamos a la ecuación los trescientos años antes de la independencia, solo queda una pequeña porción de reloj, por no decir mínima, de nuestra presencia como república en el mundo de las naciones.

Hago de manera exprofesa, esta relación de tiempo, para ubicar el contexto de lo que quiero reflexionar en esta oportunidad.

Si en este ejercicio de espacio y lugar, necesitamos encontrar a dos hombres que nos identifiquen por la importancia de sus acciones, sin duda alguna que por los eventos que ya se hicieron historia, sin ningun tipo de mezquindad, tendríamos que seleccionar a Simon Bolivar el Padre de la Patria y a Hugo Chávez el Comandante Supremo.

Este reconocimiento no es gratuito, ni siquiera injustificado, pues allí están, aún en este momento desarrollando situaciones en el mundo que lo demuestran.

Ambos tuvieron la dicha de nacer, vivir y morir en épocas de profundas transformaciones mundiales y ambos fueron protagonistas.

Tampoco es mi interés, propiciar un proceso de revisión de sus actuaciones, las cuales, como seres humanos, tuvieron las calificaciones de erradas o acertadas conforme a cada una de sus circunstancias comprobables hoy con el tiempo.

Otra realidad inobjetable es que luego de cada uno de sus decesos, el país quedo sumergido en escenarios de sentimientos, representados por la impronta de su notable ausencia.

Nuestra vida cotidiana y por tanto nuestra historia acumulada, está signada por elementos del cual nos es imposible escapar; la incertidumbre y la impermanencia. Es allí donde como seres pensantes debemos asumir los riesgos y consecuencias de nuestras decisiones.

Como dije anteriormente, esta opinión fue solo para colocar el contexto de este artículo y cuando mencioné que tuve la dicha de estar presente, es que fue así de manera literal.

En una oportunidad, como lo he referido en otras ocasiones, tuve la fortuna de estar en un salón de Miraflores, por invitación de unos amigos del señor Presidente de la República. Solo duró una hora, entre las doce y la una de la mañana. Fue de sábado para domingo, ya que muy temprano saldría a Colombia para discutir con Uribe lo del oleoducto de la guajira.

Fue una conversación entre amigos, el que más habló; fue él.

En ella, estuvo interesado siempre en las cosas básicas de la vida de sus amigos, la familia, la salud, la vivienda de aquellos humildes del pueblo, solo que estos eran los integrantes que conformaron la primera célula rebelde de esa revolución, como él mismo lo dijo; eran los soldados del Ejercito Bolivariano de Liberación del Pueblo de Venezuela EBLPV, pero eso es otra historia y se las contare otro dia.

En esta reunión, dejó ver al hombre y sus circunstancias. Cuando en modo de hacer entender a sus amigos cómo se llega a ser gobierno, sin ser poder, tomó un pedazo de papel en el cual dibujó una torta, era amante de explicar las cosas casi que con plastilina.

Dijo, que para estar sentado allí, tuvo que meter en esa torta dos grupos de personas que representaban fuerzas de poder, muy antagónicas.

Pico la torta por la mitad, luego la volvió a picar por la mitad y la torta se convirtió en cuatro pedazos. Estos dos grupos iniciales se convirtieron en cuatro grupos, ambos contenían dentro de sí, a radicales que pedían la destrucción total del modelo que existía, y gatopardianos, solicitando que todo cambie para que nada cambie, fue su expresión.

Sin ellos no era posible llegar hasta acá, pero para eso tuve que tragar arena, ninguna de esas opciones será posible, Venezuela debe encontrar su propio camino, sentenció.

Hoy me pregunto por el valor de ese dibujo, donde iría a parar aquel papel con el dibujo de la torta de Chávez.

Las circunstancias en cada momento histórico nunca serán las mismas, pensarlo es una negación de la evolución en todos los aspectos de la humanidad. Los hombres tampoco lo serán, por tanto, con las decisiones ocurrirá lo mismo.

Sin lugar a dudas, desde su asunción al poder el ciudadano Presidente está tomando las suyas, también sé, que en cuanto a estas no todos tendremos las mismas opiniones, esa es una imposición de nuestra condición de humanidad, sin embargo; los que tenemos aspiraciones como venezolanos, a vivir en una sociedad distinta, en un mundo distinto, con valores residenciados en la virtud, debemos mirar al hombre que designó Chávez, con los valores que predicó, con las líneas que nos dibujó, pero en la comprensión absoluta de que principalmente es un ser humano.

Hoy maniobra en un mundo convulso, que trepida y se estremece, con cada segundo comprometido, en una realidad ni siquiera imaginada, lo que sin duda debe estarle generando sus propias circunstancias e incertidumbres.

Yo, como venezolano de bien, coloco el hombro con cada una de mis acciones cotidianas, lo cual nos regalaría, en suma con las de los demás, un mundo más ameno.

Mientras tanto, como militante de este proceso de transformación, solo aspiro que el presidente Nicolás Maduro, con cada una de sus acciones, logre colocar la guinda del éxito en este difícil y tortuoso proyecto.

Recuerden ser felices, es gratis.

Paz y bien.



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José Gregorio Palencia Colmenares

Escritor, poeta, conferencista y articulista de medios

 vpfegaven@gmail.com

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